<div style="text-align: center;" class="titulo"><font size="4"><b>El ejemplo islandés y la conciencia política ante la crisis</b></font></div>
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        <div class="autor"><a class="autor" href="http://www.rebelion.org/mostrar.php?tipo=5&id=Antonio%20M%C3%A1rquez%20de%20Alcal%C3%A1&inicio=0">Antonio Márquez de Alcalá</a></div>
        <div class="fuente"><div class="fecha">15-05-2011 </div></div>
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        <div style="font-size: 13px;" id="TextoNoticia">La
revolución política islandesa ocurrida en los últimos dos años, el
proceso político vivido en el país a raíz de la crisis, y que ha
llevado a la dimisión de un gobierno y la convocatoria de una Asamblea
Constituyente, ha sido llamado en algunos ámbitos “la revolución
silenciada”. Y con razón. El mutismo mediático en torno a los cambios
que está viviendo el país nórdico ha sido asombroso, especialmente si
se lo compara con la atención recibida por las revueltas árabes. <br><br>Sólo
las noticias relacionadas con las sucesivas negativas del pueblo
islandés a pagar la deuda de sus bancos a los acreedores británicos y
holandeses han saltado a la primera plana de la prensa internacional,
con un tono de preocupación y bajo acusaciones veladas de
irresponsabilidad. Hay que bucear mucho para poder averiguar algo más
sobre todo este proceso, que actualmente se haya abierto. Pero si
hacemos un breve repaso de los acontecimientos nos encontramos con lo
siguiente:<br><br>La crisis de 2008 estalla en Islandia a partir de la
quiebra de los tres principales bancos del país, que habían estado
endeudándose durante los años precedentes con el Reino Unido y Holanda.
Automáticamente son intervenidos y nacionalizados por el Estado. El
proceso de nacionalización y de las finanzas corre paralelo a una
movilización popular sin precedentes en el país, que reclama reformas
políticas y económicas para hacer frente al paro y la pérdida de
derechos sociales, acaecida a tenor de las liberalizaciones y las
actividades financieras irregulares que condujeron a la crisis. El
gobierno en curso, formado por una coalición de socialistas y
conservadores, convoca elecciones anticipadas y dimite. De las nuevas
elecciones sale un nuevo gobierno formado por la coalición entre
socialistas y verdes, y cuyas tareas principales son la de negociar el
pago de la deuda con los acreedores e iniciar una investigación para
depurar las responsabilidades del desastre financiero. Varios
banqueros y ejecutivos son detenidos, y al presidente del principal
banco del país se le adjudica una orden de arresto por parte de la
Interpol. En cuanto al pago de la deuda, el nuevo gobierno negocia con
los acreedores británicos y holandeses una propuesta de pago, pero el
presidente de la república islandesa se niega a ratificarla con su
firma ante la presión popular, lo que obliga a someter a referéndum la
propuesta. Es rechazada por un aplastante 90% de los votantes, que se
niegan a pagar por los fraudes y especulaciones de sus bancos, el FMI
y los especuladores británicos y holandeses. Tras esto, el gobierno
islandés vuelve a renegociar la deuda consiguiendo condiciones más
ventajosas para Islandia en los términos del pago, pero el presidente
de la república vuelve a negarse a ratificar el plan y los ciudadanos
vuelven a rechazarlo en referéndum, ésta vez por un 60 % de los votos.
Mientras se suceden los referéndum, se elige una Asamblea Constituyente
para refundar el país con la redacción de una nueva Constitución,
derogando la anterior que era una copia de la antigua metrópoli
colonial, Dinamarca. Los miembros de la Constituyente son 31 ciudadanos
sin filiación política. Y para rematar la sacudida antineoliberal, el
gobierno promueve la Iniciativa Islandesa Moderna para Medios de
Comunicación, un proyecto legislativo que pretende hacer de Islandia
un territorio seguro para el periodismo de investigación, y blindar
así los derechos de información y libertad de expresión. <br><br>Todo
ello no quiere decir que no haya límites, contradicciones y problemas
en esta peculiar revolución. Las divisiones entre los grupos que
forman la coalición de gobierno, el contraataque de la derecha, las
presiones internacionales y el declive del movimiento popular son los
principales desafíos. Tras los dos referéndum, el rechazo a los
sucesivos acuerdos de pago de la deuda ha descendido y es posible que
finalmente algún tipo de propuesta de pago sea aceptada por los
islandeses. Todo depende de la marcha del proceso político y de cómo se
desarrolle la nueva Asamblea Constituyente. <br><br>Sin embargo, más
allá del mencionado silencio mediático, ¿qué lecciones políticas puede
deducir el resto de poblaciones europeas de la actitud mostrada por la
población islandesa? Por lo pronto, podríamos extraer algunas
conclusiones que socavan determinadas preconcepciones sobre la
política, la economía y la vida social que están muy enraizadas en el
sentir común de las poblaciones occidentales y, muy particularmente, en
la población española. La doxa, ese “sentido común” o consenso
dominante, pretende que debemos asumir los acontecimientos económicos
y políticos tal cual vienen dados, como si se tratase de fuerzas
naturales que han estado siempre ahí fuera y de las cuales sólo los
“expertos”, generalmente los mayores beneficiarios de esas fuerzas, son
los indicados para hacer recomendaciones. La actitud política
consecuente con este “sentido común” es obvia: pasividad, fatalismo,
refugio en la identidad individual, cinismo ante la política, búsqueda
de chivos expiatorios y sumisión ante quienes ejercen el poder, muy
especialmente el poder económico. Probablemente es por ello que los
grandes conglomerados mediáticos se cuidan bastante de mostrar un
ejemplo de la actitud contraria, surgido precisamente en el territorio
donde se supone que jamás debería aparecer: Europa occidental. Pero
quienes no formamos parte de grandes grupos empresariales, mediáticos o
financieros, podemos hacer algunas valoraciones al respecto: <br><br>En
primer lugar, el ejemplo de la experiencia islandesa nos pone en
guardia contra esa especie de depresión colectiva por “indefensión
aprendida”, por parafrasear a Seligman, que padecen las poblaciones
europeas, y particularmente la española. Durante décadas se nos ha
estado sometiendo a una terapia comunicativa que ha grabado a fuego en
nuestras conciencias la idea según la cual cualquier respuesta política
ante las agresiones contra nuestros derechos sociales, o ante las
situaciones de injusticia, no sirve para nada o puede ser incluso
peligrosa. Eso nos coloca en una situación de sumisión y pasividad
permanente que busca en la satisfacción de los deseos individuales y
en el “sálvese quien pueda, pero yo el primero”, la palanca que haga
cesar el malestar. Evidentemente se trata de un círculo vicioso, pues
ninguna respuesta individual es jamás capaz de ofrecer una alternativa
y la falta de alternativas conducen a respuestas individuales, pero es
precisamente ese individualismo de los de abajo lo que buscan los
privilegiados. El pueblo islandés ha decidido no creerse más esta
mitología, mostrando al resto del mundo occidental que la aceptación
pasiva de los dictados de los mercados no es la ley de la gravitación
universal. Se puede combatir.<br><br>En segundo lugar, hay otro mito
que es un clásico en algunos círculos de la izquierda, pero que también
forma parte de ese “sentido común” general. Y es una variante de la
vieja idea del “cuanto peor, mejor”. Siguiendo esta línea de
argumentación, revoluciones y cambios políticos drásticos como los
ocurridos en Túnez y Egipto no son posibles ni deseables en países
“desarrollados” como los europeos. Sólo cuando las condiciones de vida
son realmente pésimas, las poblaciones salen del letargo y comienzan a
reclamar derechos. Por lo tanto, la única vía para resolver los
problemas sociales en un contexto “desarrollado” es, de nuevo, la
búsqueda del éxito individual, no la acción política, porque, en
definitiva, “ésto no es el tercer mundo”. Éste tipo de pensamiento,
además del profundo racismo velado que contiene, es completamente
falaz. Los procesos de movilización colectiva no se activan cuando las
condiciones sociales son materialmente insoportables, sino que son
fenómenos complejos que obedecen a muchas causas, y una de ellas es la
deprivación relativa; la percepción por parte del sujeto, en este caso
la ciudadanía, de que aquello que le corresponde por derecho es mayor
de lo que realmente está obteniendo en una situación dada, con
independencia de la cuantificación objetiva de qué es lo que realmente
se tiene. La población islandesa, de nuevo, ha puesto esta cuestión
sobre la mesa: un país “desarrollado”, económicamente estable hasta
hace muy poco tiempo, con cuotas paro y pobreza casi nulas, y con un
alto nivel tecnológico y educativo, ha hecho saltar por los aires su
sistema político y se ha enfrentado a banqueros, organismos
internacionales y potencias extranjeras en cuanto ha percibido que
estaba siendo sometido a un trato injusto.<br><br>En tercer lugar, el
pueblo islandés nos recuerda que en política no existen fórmulas
universales para realizar cambios socales y sacar adelante proyectos
colectivos. Como siempre, en cada contexto concreto, las posibles vías
de acción son unas u otras, pero nunca recetas políticas. La fórmula
islandesa para afrontar la crisis se ha basado en una movilización
ciudadana que ha utilizado un repertorio de acción colectiva pacífico y
“ciudadanista”, en un país con una absoluta falta de tradición
revolucionaria o de movilización social. Quizá por ello, los islandeses
han preferido seguir su propio criterio que consultar manuales,
conseguiendo así importantes éxitos y demostrando que el camino se
hace al andar.<br><br>En cuarto lugar, quienes argumentan que el
recurso al Estado es cosa del pasado y que los mercados son
fatalidades que no pueden tocarse, so pena de graves consecuencias
económicas para la población, se han debido encontrar en Islandia con
un problema teórico difícil de resolver. Un Estado capitalista europeo
y “desarrollado”, cediendo a la presión popular, ha nacionalizado la
banca del país, poniéndola al servicio del propio Estado y de la
ciudadanía. Además, ha actuado tibiamente frente a los manifestantes,
y de manera contundente y expeditiva contra los delincuentes
financieros y, empujado por el movimiento social, ha iniciado un
proceso de refundación estatal. Ello prueba que, aún en el siglo XXI,
el Estado y las instituciones públicas continúan siendo importantes y
son, en última instancia, el resorte necesario para asegurar la
estabilidad económica, el reparto equitativo de la riqueza, y
enfrentarse de manera eficaz y duradera con quienes se lucran a costa
del resto.<br><br>Y por último, podemos también extraer una importante
lección de la diferencia con la que el pueblo islandés ha afrontado,
en términos de clase, la situación de crisis financiera con respecto a
otras poblaciones europeas: ante la privatización de los beneficios y
la socialización de las pérdidas, Islandia ha encarado el problema
optando por el escarnio y la persecución de los culpables, en lugar de
la criminalización de los migrantes como chivos expiatorios. Se dirá
que ésto es porque el porcentaje de inmigración en Islandia es mucho
menor que en otras zonas europeas. Quizá. Pero en cualquier caso los
islandeses han demostrado tener muy claro que las “clases peligrosas”
no son las que vienen de fuera para trabajar en la industria, sino las
que, hablando su misma lengua y compartiendo nacionalidad, saquean y
venden los recursos de toda la ciudadanía.<br><br>Lo que nos viene a
mostrar la experiencia islandesa es que sí se puede. Que las decisiones
económicas son, en realidad, decisiones políticas, no fases en el
movimiento eterno del mecanismo de un reloj, y que corresponde al
conjunto de ciudadanos, y no sólo a una parte de ellos, el tomarlas.
Nos muestra también que existen más opciones que los trillados caminos
de la aceptación pasiva de las recomendaciones de los “expertos”, que
siempre son las mismas, siempre fracasan y conducen al desastre. Nos
enseña, en definitiva, que la injustica sólo es inevitable si nos
creemos que lo es, y que la generosidad con el débil y la valentía
frente al poderoso merecen la pena... y hasta son rentables.<p class="entradilla"><b>Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una <a target="_blank" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/es/">licencia de Creative Commons</a>, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.</b></p>
</div><br clear="all"><br>-- <br>Durán Vázquez____________<br><a href="http://cronicaelectronica.org/?p=duranvazquez">http://cronicaelectronica.org/?p=duranvazquez</a><br>